Ansiosos, comenzamos su recorrido en Almegíjar, que comparte ayuntamiento con los núcleos de Notáez, La Solana y La Umbría. Dicen los más ancianos que hace años, un día de tempestad, una mujer, cuando llevaba el almuerzo al marido que se encontraba trabajando en el campo, fue arrastrada por el viento, recorriendo volando más de 300 metros sin que le ocurriese nada.
Este núcleo se encarama a las rocas como un entramado de callejuelas empinadas que pintan sus fachadas con cientos de tinaos llenos de flores desde los que se pueden contemplar los campos de olivos, vides, cítricos y almendros que lo rodean y entre los que se esconden el Tajo de la Cruz, tal vez comunicado con la Raja del Moro, lo que abre la posibilidad de practicar la espeleología, la Rambla de la Barbacana, un impresionante barranco donde se ubica un bosque de encinas y almendros, o el Tajo del Cajelón, de enormes paredes verticales admiradas por los escaladores.
Recorrer sus calles es disfrutar de sus fuentes y lavaderos, donde el agua fresca nos da la bienvenida; de sus antiguas iglesias, como la de Notáez, levantada donde antes existió una mezquita, o la de Almegíjar, datada en el siglo XVI, de marcado estilo mudéjar.
Almegíjar no nos dejará marchar sin haber probado sus excelentes chacinas, el puchero de hinojos o los Papaviejos, dulces típicos elaborados con leche, huevos, harina, azúcar y canela.